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Channel: HABLEMOS DE SPIDER-MAN
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CUANDO ME ATRAPÓ LA TELARAÑA DE SPIDER-MAN

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Hoy me gustaría hablaros de mi primer contacto con Spider-Man, como lo conocí hace ya muchos, muchos años. Quizás demasiados. Y también mostraros cuales fueron los primeros cómics suyos que cayeron en mis manos. Aquellos que fueron culpables de que a la larga llegara a saberlo "todo" del personaje (bueno, o si no todo, al menos sí un par de cosas), y que terminaron, en definitiva, por convertirme en el fan incondicional del arácnido que soy a día de hoy. Se trata, precisamente, de los dos que veis en la imagen que abre este artículo. Pero para hacerlo, habéis de permitirme que me remonte un poco en el tiempo (que para eso uno es un carroza tan nostálgico y sensiblero...).

Veréis: por aquellos días, en que aún no habíamos sido privados de placeres tales como mascar chicle Cheiw o beber Mirinda, España tenía sólo dos canales de televisión y los espacios infantiles duraban apenas un rato cada tarde (rato que los chavales paladeábamos con auténtica fruición, sabedores como eramos de su brevedad). Allí conocí al personaje, en una serie animada -que daban los viernes a eso de las 19:00 horas- y que aquí se llamó El Hombre Araña (en su día ya reseñada por mí en este enlace). No puedo asegurar la fecha exacta de su emisión, pero en base a ciertos cálculos creo que debió ser hacia la segunda mitad de 1980. Entonces yo tenía seis años (cursaba 2º de E.G.B.), y no me preguntéis por qué, pero aquel personaje caló realmente hondo en mi retina. ¡Aún recuerdo perfectamente como saltaba emocionado y frenético de un sofá a otro en casa de mi abuela (imaginando que eran azoteas de enormes rascacielos) al ritmo de la mítica sintonía interpretada por el gran Memo Aguirre! "eres un misterio, luchas contra el mal, a nada le temes..."En serio (y aunque suene grotesco): me pegaba tal subidón de adrenalina en esos momentos, que parecía que iba puesto de coca hasta las cejas...

Resulta curioso que, por alguna extraña razón, el segundo capítulo de la primera temporada (Donde repta el Lagarto) y el primero de la segunda (El origen de Spider-Man), fueron -con gran diferencia- los que echaron raíces más profundas en mi memoria, de tal modo que, con el paso de los años, serían fragmentos de estos lo único que evocaría mi mente cada vez que recordaba esta producción (hasta que tuve ocasión de visionarla nuevamente casi un millón de años después). 

Fotograma de la popular serie televisiva.
Debe tenerse en cuenta que, aunque Spider-Man era más o menos conocido en nuestro país desde 1969, año en que la recordada Ediciones Vértice (primera licenciataria de Marvel por estos fueros) iniciara la publicación de sus aventuras en blanco y negro, no sería hasta principios de los ochenta cuando se hizo realmente popular -con mayúsculas- entre la chavalería española (coincidiendo con la emisión de la citada serie de animación). Quiero decir que en ese momento alcanzó a un público mucho más amplio, incluyéndonos a aquellos que aún no sabíamos de su existencia en las viñetas.

La serie dio lugar a un popular álbum de cromos (también comentado en este enlace) que, como no, también coleccioné con auténtica pasión. Aunque costaba 35 pesetas, los distribuidores lo repartieron gratis en la puerta de mi colegio un día de los primeros meses de 1981, y así fue como me hice con él. Aunque en su día no fui capaz de acabarlo, hoy puedo decir con orgullo que lo tengo completo.

A día de hoy, una de las más preciadas piezas de mi colección arácnida.
Y así llegamos al tema de los cómics (que de aquella llamábamos simplemente tebeos). Recuerdo cuando -más o menos por la misma época del álbum de cromos- apareció en el escaparate del kiosko de Amancio (que era el kiosko de mi barrio) un precioso tomo de color verde con el personaje en portada. Su título: El Hombre-Araña Contra la Antorcha (obsérvese que nuevamente se presentaba su nombre traducido, práctica muy común en la España de aquellos años, y vigente aún hoy en diversos países hispanoamericanos). El caso es que mi corazón se puso a latir a mil por hora en cuanto lo vi, y supe que tenía que hacerme con él a cualquier precio. Pero ese precio, amigos, eran 210 pesetas, una cantidad imposible de asumir para mí con seis años, por lo que tuve que dar la tabarra hasta que me lo compraron. Y no creáis por ello que un servidor fue uno de esos niños mimados que consiguen todo a golpe de pataletas. Todo lo contrario. En mi casa se vivía un ambiente bastante severo y que te compraran un capricho era algo tan poco frecuente como podía serlo un eclipse solar. Prueba de ello es que pasé media vida soñando con tener un muñeco del personaje (de aquella aún no las llamábamos figuras de acción articuladas) y aunque me caía la baba contemplándolos en la sección de juguetes del Alcampo... NUNCA me lo compraron. Lo cierto es que hasta que no me emancipé con veintitantos años no tuve la primera (esta vez sí, figura de acción articulada)... ¡y me la compré yo!

Pero de algún modo extraño, esta vez sí que me salí con la mía y acabé teniendo el tomo de marras. Y creedme si os digo que si en ese momento me hubieran regalado un cofre rebosante de oro y piedras preciosas, ni de lejos me hubiera hecho tanta ilusión. La obra (de 60 páginas y tapa dura) estaba editada por Montena (la misma editorial que sacaba el famoso Don Miki desde hacía 5 años), cosa extraña, ya que teóricamente desde un año antes Editorial Bruguera se había convertido en la segunda licenciataria española tanto para Spider-Man como para La Masa (como conocíamos entonces a Hulk por estos lares), tras expirar los derechos de ambos por parte de Ediciones Vértice (que seguiría, sin embargo, editando cómics de otros personajes de La Casa de Las Ideas, con su nombre original hasta 1983, y como Ediciones Surco desde esa fecha hasta su cese dos años después). Pero como digo, durante un breve espacio de tiempo de aquel año 81 (y por razones que no puedo comprender), Montena y Bruguera compartieron derechos para publicar material de Spidey en nuestro país.

En las páginas de este tomo me encontré una interesante historia en la que Spider-Man (bueno, El Hombre-Araña) se enfrentaba a La Antorcha Humana (personaje de Los 4 Fantásticos) a causa de un maléfico plan urdido al alimón por El Mago y Mysterio (villanos respectivos del cuarteto y del arácnido). En su momento yo no lo sabía, pero muchos años después descubrí que dicha historia corresponde al 4º anual de Amazing Spider-Man, de noviembre de 1967, titulado The Web and The Flame (La Telaraña y La Llama) con guión de Stan Lee y dibujo de su hermano Larry Lieber. Lo curioso del caso es que, en vez de usar la portada original (supongo que querrían ahorrarse el pagar por ella a Marvel), crearon una "portada" desde cero reproduciendo una viñeta interior.

También, como complemento, los chicos de Montena tuvieron el acierto de incluir al final una historia de Daredevil titulada Muerte en dos Tiempos, en la que el héroe se enfrentaba al Escarabajo y al Gladiador (Daredevil #140, diciembre de 1976), con guión de Bill Mantlo y dibujo de Sal Buscema.

Aunque, como ya podréis suponer, me gustaba bastante más la historia principal del tomo, huelga decir que la de Daredevil también llegué a leerla docenas de veces (no en vano fue con ella con la que conocí por vez primera tanto al "Hombre sin Miedo" como a los villanos con los que allí se enfrentaba).

La preciosa ilustración de la contraportada fue extraída del Marvel Treasury Edition #9, obra de mis admirados Gil Kane y John Romita Sr.
En el escaparate del kiosko de Amancio estaba el que sería mi primer cómic de Spider-Man. A principios de los 80, este tipo de establecimientos eran nuestra única vía de acceso al maravilloso mundo de los tebeos, pues el reinado de las librerías especializadas aún tardaría mucho en comenzar. Allí, nuestras historietas favoritas convivían pacíficamente con diarios, prensa rosa, colecciones de cromos, fascículos coleccionables, tabaco, donuts y bolsas de pipas. Actualmente, todos esos productos siguen perfectamente vigentes en el kiosko... excepto los cómics. Eso significa que a día de hoy, ningún crío podría "enamorarse" de un título en el mismo escaparate donde yo lo hice tantos años atrás. Y la inevitable pregunta es: ¿no falla algo en el olfato comercial de los editores actuales? 
Por aquellos días también coincidió el estreno (o probablemente más bien reestreno) en un pequeño cine de barrio de mi localidad, de aquellos de programa doble y acomodador con linterna -el hoy desaparecido Cine Avenida, para más señas-, de una supuesta película de acción real (es decir, con actores de carne y hueso), del que ya era, sin duda alguna, mi personaje favorito. Conseguí que me llevaran a verla, y aún recuerdo que iba loco de ilusión. Se titulaba Spiderman: El Desafío del Dragón. Se trataba de una producción barata y mediocre, protagonizada por Nicholas Hammond que, sin embargo, a mi en aquel momento me alucinó cantidad. ¿Qué queréis que os diga? ¿que no salí del cine fingiendo tirar telarañas y flipando en colores? Pues no lo voy a negar, porque eso es precisamente lo que hice. Lo de la falta de presupuesto y todo eso lo percibimos hoy, pero entonces... ¡era lo mejor del mundo! Sin duda alguna en aquel momento, esta película afianzó aún más, si cabe, mi obsesión por el "cabeza de red".

Como anécdota curiosa, os diré que aún recuerdo que la otra película con la que compartía cartel por lo del tema del programa doble, era nada más y nada menos que (y agarraos, que vienen curvas...) ¡Avisa a Curro Jiménez!
Cartel de la película, y lo que era el patio de entrada del ya desaparecido Cine Avenida donde la vi (hoy el patio es algo tan prosaico como el aparcamiento de una vulgar tienda de muebles). Eso sí, si observamos el punto que indica la flecha, aún podemos ver el antiguo panel donde se anunciaban las películas.
Si queréis saber más detalles sobre la procedencia de este título (que hoy tengo original en VHS), pinchad en este enlace.

No mucho tiempo después, rondando otra vez por la casa de mi abuela, en la que solía pasar ciertas temporadas (y extrañamente siempre fui muy bien recibido pese a haber saltado tanto sobre sus sofás), tuve la suerte de poder leer otro cómic arácnido publicado por esas fechas. De hecho, se trató del segundo cómic de Spidey que leí en mi vida (tras el anteriormente mencionado). Un tío mío -entonces adolescente- coleccionaba tebeos (bueno, tampoco es que los coleccionara, digamos que en su habitación tenía una estantería con un par de docenas de ellos, de todo tipo y mezclados sin orden ni concierto, y lo mismo te encontrabas desde superhéroes -principalmente de Novaro- a Don MikiCapitán TruenoMortadeloZipi y Zape, etc). Cada vez que yo iba por allí, como me sentía completamente fascinado por ellos, los toqueteaba para ojearlos y tal, y el tipo no quería prestármelos bajo ningún concepto alegando que (por mi corta edad), se los rompería. Pero recuerdo un día en que pude leer uno que había de Spider-Man (curiosamente en éste ya con el nombre en versión original, sin traducir). Se trataba del número 16 de la cabecera arácnida de Bruguera, titulado Spider-Man ¡Se Encara al Hidromano! (aunque en la portada aparecía Namor, el título se refería a Hydro-Man, que debutaba en este ejemplar). El precio de portada era de 85 pesetas.

Cabe mencionar que por aquellos días, España aún distaba unos cuantos años luz de ser el segundo país del mundo -sólo por detrás de USA- donde más y mejor se edita material Marvel. Quizás teniendo eso en cuenta, no os cueste mucho comprender que la edición de Bruguera para Spider-Man fue bastante desastrosa (ya que cada ejemplar español metía dos números americanos reunidos para la ocasión de cualquier forma, saltando adelante y atrás en el tiempo y sin respetar lo más mínimo la cronología, originando el consiguiente desastre argumental). Sin embargo, aquí tuve la gran suerte de que el susodicho ejemplar recogiera dos números perfectamente correlativos, y que además el segundo de ellos cerrara una trama abierta en el primero... ¡toma ya! Como dije anteriormente, narraba lo que se suponía que era el primer encuentro histórico del Trepamuros con el siempre malhumorado Namor (llamado aquí Mariner) -aunque posteriormente Las Historias Jamás Contadas de Spider-Man nos revelaran que su primer encuentro habría sido anterior-, así como el origen de Hydro-Man (llamado aquí Hidromano). Este tebeo me sirvió también para conocer a ambos personajes (de los que hasta entonces nunca había oído siquiera hablar). Los episodios contenidos eran Amazing Spider-Man #211 y #212 (diciembre de 1980 y enero de 1981), ambos con guión de Dennis O´Neil y dibujo de John Romita (junior). El primero de ellos, con 3 páginas menos que el original americano.

Como anécdota os diré que la portada me parecía (y me sigue pareciendo) realmente preciosa, con algo hipnótico que no me permitía dejar de contemplarla con gran atención durante un buen rato, observando detenidamente cada uno de los pequeños detalles. ¿No os parece maravilloso como Namor sale del mar como una exhalación, elevándose a las alturas en décimas de segundo para propinar un brutal golpe al arácnido, mientras mucho más abajo (sobre la cubierta del barco) los marineros contemplan atónitos la escena? ¡Como me gustaba el John Romita Jr. de los tiempos en que trataba de aproximarse al increíble trazo de su excelso padre!

El tebeo tenía 52 páginas, ya que aparte de los dos episodios mencionados de Amazing también contenía, como complemento, una historia (aunque fragmentada) de Spider-Woman.

Antes aún de terminar ese año, 1981, recuerdo como llegaron a mi casa algunos números salteados del mítico coleccionable titulado Oye/Mira: Canciones A Todo Color . Para los que no lo conozcáis, os diré que fue una colección con formato de fascículos de kiosko (con periodicidad semanal), producida a medias entre Bruguera y la discográfica Belter. Cada uno de dichos fascículos, de 48 páginas, costaba 325 pesetas (un precio algo elevado para la época) y traía una cinta de cassette, una pegatina y un librito con las letras de las canciones e historietas inéditas hasta la fecha, todo ello directamente relacionado con el tema sobre el que versaba el número en cuestión. Los artistas participantes serían ParchísTeresa RabalMaría Jesús y su acordeónTorrebrunoNins o Regaliz (entre otros de nacionalidad extranjera).

Yo sólo tuve cinco o seis entregas de la serie, pero mi favorita, con gran diferencia, fue la número seis, que se titulaba Superhéroes del Cómic. La portada (izqda.) ya me parecía fascinante de por sí, pues pese a darle gran protagonismo a Súperlópez (Bruguera, que barría para casa), también mostraba viñetas de Superman, Hulk (que ya empezábamos a conocer por su nombre original gracias a la serie de Lou Ferrigno)... ¡y El Hombre-Araña!

La cinta recopilaba, entre otros temas, la canción más famosa de Memo Aguirre sobre Spidey (la que en España sirvió como cierre del cartoon), mientras que la que servía de apertura aquí no estaba, curiosamente, interpretada por Aguirre si no por Regaliz (aquel efímero sucedáneo de Parchís), y además donde el chileno decía Hombre-Araña, estos decían... ¡Mujer Araña! (cosa que me desconcertó e irritó a partes iguales durante mucho, mucho tiempo). En cualquier caso, el cassette me chiflaba horrores y durante varios años lo llegaría a escuchar a todo volumen así como unas veinte mil veces... ¡y cada una de ellas con los pelos como escarpias!

Tres años después, en la navidad de 1984 (teniendo yo ya 10 años), un día me quedé helado ante el escaparate de un bazar. ¿El motivo? Allí estaba lo último que acababa de lanzar la juguetera Feber. Un juego de mesa de aspecto ciertamente tentador. Se llamó Superhéroes. En la caja aparecía una imagen grupal de algunos de los -entonces- más célebres personajes Marvel (unidos en un descarado montaje que utilizaba las imágenes promocionales más habituales de la época -de cada uno de ellos por separado-, sólo que reuniéndolos hábilmente para la ocasión). En  mi caso concreto, el que Spider-Man ocupase el lugar principal de la ilustración ejercía sobre mí una especie de efecto hipnótico (similar a lo que me ocurría con la portada de Romita Jr. antes mencionada). Para ponerle la puntilla, la imagen estaba flanqueado por una parrafada que rezaba: "Superhéroes: en la competición del siglo... ¿quién triunfará?". ¡Diossssss!, si el dibujo ya me producía un éxtasis casi místico, tras leer aquella frase sabía que mi vida sin ese juego carecía del más mínimo sentido. Lo pedí por Reyes a una tía mía (hermana del que no me dejaba sus tebeos), que me preguntó aquello de: "¿Y qué quieres que te dejen los Reyes en mi casa?", y así fue como pude tenerlo. Más información sobre su diseño y mecánica pinchando en este enlace.

Cuando vi esto en el escaparate de un bazar, me temblaron hasta las canillas.
Por otra parte, os diré que con el tiempo incluso llegué a tener mi propio disfraz arácnido (que también me lo echaron los Reyes Magos, única manera de hacerse en mi casa con cosas "tan caras") aunque lo cierto es que a "Sus Mágicas Majestades" les costó dos o tres años decidirse (pero yo, inasequible al desaliento, no me cansaba de pedirlo un año detrás de otro). Cuando al fin llegó, he de reconocer que -pese a ciertos fallos en su diseño- (¡como me repateaba que tuviera manoplas en vez de guantes, o la máscara con la boca al descubierto!) lo cierto es que enfundado en él mi imaginación llegaría a crear infinidad de historias inolvidables (algunas de ellas al ritmo del cassette antes mencionado). Quizás os cueste creerlo, pero por esa época... ¡incluso provoqué que me picara una araña de aspecto bastante feo para ver si me transmitía sus poderes! (A ver quien se atreve a decirme ahora que sólo con esa hazaña no me gané sobradamente los galones de fan de primer nivel).

De niño tuve un disfraz idéntico a éste. Creo recordar que lo fabricaba la juguetera Jesma.
Y en definitiva, amigos, estos fueron mis primeros contactos con Spider-Man, culpables, a la larga, de que acabara teniendo la práctica totalidad de sus cómics, pasándole la afición a mi hijo (por cierto... ¿habéis visto los lanzarredes caseros que le fabriqué?), o de que terminara creando el blog que ahora mismo estáis leyendo.

Y para vosotros... ¿Cual fue vuestro primer contacto con Spider-Man?

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